Hacienda La Trinidad Parque Cultural

III.- Artificios, cultivos y arcanos

3.1
Con el tiempo, la antigua frontera entre naturaleza y artificio ha perdido vigencia, aún cuando los móviles de esta distinción siguen latentes. De hecho, algunas propuestas visuales siguen operando en una zona ambigua, a medio camino entre la simulación y la realidad.

Diego Damas e Ilian Arvelo

En la serie Gráficas Simbióticas (2015-2020) los venezolanos Diego Damas (1968) e Ilian Arvelo (1976) han creado una versión transgénica de la historia del arte, a partir e reproducciones fotográficas de algunas obras, intervenidas con plantas comestibles, medicinales y ornamentales. Siguiendo un proceso de selección, siembra, germinación y registro, los artistas obtienen una imagen modificada por la traza de los cultivos, incluyendo raíces, hongos, manchas de humedad y roturas de la superficie. Entre las especies utilizadas a lo largo del experimento se encuentran el tomillo, las caraotas, el cilantro, el cannabis y el café; las cuales crecen y se disemina sobre imágenes de Leonardo da Vinci, Michelangelo Buonarroti, Rafael de Sanzio, Sandro Botticelli, Michelangelo Caravaggio, Johannes Vermeer, Pablo Picasso, Man Ray, Andy Warhol, Cindy Sherman y Orlan.

Juan Carlos León

El ecuatoriano Juan Carlos León (1984) desarrolla su trabajo en la zona de intersección entre el arte y la tecnología. En la instalación HS92:6702 (2017) emplea vegetación artificial y sustrato de plantas arvenses, a partir de los cuales genera un ecosistema automatizado, basado en datos sobre importanción de plantas artificiales y el proceso de desforestación. La obra recrea un mundo contrastado, donde las especies botánicas ya no se “siembran” sino que se “imprimen”.

3.2.
La mirada pionera de Humboldt y Bonpland en el Ensayo sobre la geografía de las plantas ayudó a comprender que cada especie tiene su lugar o que hay un lugar para cada especie.  Basta con rastrear las coordenadas de su ubicación para encontrar las costumbres y las formas de vida que allí habitan. Las plantas también nos enseñan donde estamos y quienes somos.

Agnes Denes

En 1968, la artista hungaro-americana Agnes Denes (1931), realiza una de las primeras tentativas de arte y ecología con la siembra de arroz, árboles y un haiku en el condado de Sullivan, Nueva York. En lo sucesivo, la autora emprende proyectos cada vez más ambiciosos en escala y alcance público. En 1982 sembró 8000 m² de trigo en un solar de Manhattan para la obra Wheatfield. A Confrontation donde cuestionaba la forma en que las estructuras urbanas y los intereses comerciales socavan la agricultura. Más tarde, en 2015, desarrolló el proyecto The Living Pyramid en el Parque de Esculturas Sócrates en Long Island City, Nueva York, consistente en una pirámide escalonada con una base de unos treinta pies en sus lados en cuyas terrazas crecen gramíneas y plantas anuales. Esta suerte de jardín ascendente colinda con un parque recreativo y desarrollos residenciales. Sobre este trabajo Denes declaró: “Cuando la Pirámide despierta y se convierte en forma orgánica, desenganchan sus unidades (construidas por los Masterbuilders [nosotros] y, por lo tanto, liberadas de la inacción y la forma rígida, cobran vida y se vuelven algo inexactas, como todo lo que está vivo debe estarlo “[1].

3.3
La artista mexicana Sofía Táboas (México, 1968), interesada en explorar la transformación de los espacios naturales y fabricados, presentó en 2001 la instalación Jardín Portátil con plantas ornamentales vivas, sembradas en bolsas de plástico negro sobre una plataforma movil. En 2002 cubrió un área de 100 metros cuadrados con flores naturales sin agua para la instalación Salvaje. En 2008 retomó la idea para el proyecto Garden on the sea, compuesta por una balsa de madera y plantas vivas en el mar de Puerto Vallarta, México. Y en 2009 colocó contenedores de plástico, neumáticos de goma, madera y bolsas de plástico con tierra y plantas en una instalación titulada Cinco jardines flotantes para cinco piedras,  realizada en el Parque Chapultepec, Ciudad de México. En síntesis, sus jardines tienen algo de imposible, siempre amenazados por la precariedad y el artificio, en la frontera de lo cotidiano y lo absurdo. En cualquier caso, en su trabajo la naturaleza está expuesta a las prescripciones humanas.

Sofía Táboas

A inicios de 2020, durante el periodo de confinamiento sanitario por la pandemia del COVID-19, el artista y biólogo venezolano Antonio Briceño desarrolló la serie fotográfica Tarot del jardín en cuarentena, a partir de imágenes de algunas plantas que habitaban en los predios de su vivienda en Caracas. Entre las especies retratadas figuraban la pasiflora, varios tipos de cactus y orquideas, la sábila, la palma de lacre, la begonia, el ágave, la burundanga, la ayahuasca, la tuna y el jade; con las cuales recreó los principales arquetipos del tarot, acompañándolos con textos breves sobre sus características y simbolismos. En un momento de incertidumbre, frente a un futuro impredecible, el tarot de Briceño sugiere una vuelta a los arcanos de la naturaleza.

Antonio Briceño

Tal es la significación espiritual de esta “región nebulosa”, que el propio Humboldt admitía que “el suelo de la mitología” también está poblado de árboles y flores, “de formas graciosas u horribles que de allí pasan al dominio de las ideas sabias”[2].  Esa “región nebulosa” conforma una cosmología sensible donde lo humano y lo natural recuperan su sentido de unidad en la imagen.

En este escueto inventario de la iconografía botánica en las Américas, encontramos representaciones de muy diverso carácter e intencionalidad, tanto las de inclinación estrictamente científica, como aquellas que se enmarcan en un propósito específicamente estético; añadiendo las proposiciones de corte experimental  que combinan lo artístico, lo taxonómico y lo especulativo. Luego de esta travesía, queda una certitumbre fundamental e irreductible: donde quiera que hay una planta, hay vida[3].

FELIX SUAZO