Es bien sabido que la vida se originó en el mar. Más del 70% de nuestro planeta se encuentra cubierto por él, y de él depende el equilibrio de los ciclos vitales de todo el orbe. Nada más extenso que sus aguas, llenas de profundidades, marejadas, fuerzas voluptuosas y poderes inconmensurables asociados al todopoderoso dios Neptuno. Pero a pesar de la violencia y el temor que ejercen los mares y océanos sobre los inermes seres humanos, miles de personas se lanzan cada año en sus aguas, huyendo de otras personas. De la violencia y psicopatía de sus congéneres.
No hay palabras que puedan navegar el torrente de emociones extremas en las se sumergen los que tienen la osadía de lanzarse al mar como último recurso. Tal vez sea a través de las imágenes que podamos intentar acercarnos a su insondable desconsuelo.
Es bien sabido que la vida se originó en el mar. Lo inaceptable es que permitamos que tantas veces se termine en él.
Antonio Briceño | Febrero 2021