Casa de la HaciendaExposiciónInauguración

febrero, 2024

Sala Reto

Carlos Qintana: Clubudú

Clubudú es el nombre de un pequeño club secreto donde se acumulan tesoros y objetos mágicos ordenados concienzudamente, creando una especie de gabinete de curiosidades del horror. El espacio recibe al visitante con estos objetos llenos de simbolismos y significados por descubrir, que lejos de ser inquietantes, parecieran hechos por niños. Aunque emula una estética infantil y juguetona, el artista apuesta a una reflexión más profunda, a través del sincretismo de sus creencias, de historias populares y de referencias cinematográficas. Qintana sutilmente suele valerse de eufemismos y circunloquios que utiliza de manera jocosa para enunciar lo innombrable, como es el caso del título de la muestra expositiva Clubudú que se presenta como una palabra mágica similar a Abracadabra.

Distanciándose de sus características esculturas en hierro, en los últimos años Qintana ha trabajado con madera y objetos encontrados. Con sus permanentes observaciones irónicas y ocurrentes de la sociedad, ha centrado su investigación en la reutilización del material, la resignificación del objeto y el rescate de lo desechado. Nos introduce a su estructura de pensamiento a través de su manejo del espacio con instalaciones volumétricas que se liberan de lo bidimensional y que se conectan entre sí en forma de red. En sus últimas muestras, Qintana ha explorado las relaciones de los volúmenes abstractos (Foryoumycomején y MMXIX[1]), pasando por la figura humana (Descaradosinvergüenzasidiotasyconosdemadera[2]), imprimiéndole a cada una de las figuras connotaciones psicológicas, conductuales y hasta oníricas, recreando un mundo repleto de personajes con rasgos particulares y moralejas asociadas.

En Clubudú, Qintana se concentra en la exploración de lo espiritual, que aflora a través de las expresiones culturales, ancestrales y contemporáneas asociadas a lo sobrenatural. Toma creencias populares y religiosas, escenas del cine, y personajes arquetípicos de los cuentos, que simbolizan para muchos de nosotros, una manera de lidiar con la incertidumbre y lo desconocido. Como él mismo afirma: «Es una especie de pequeño museo personal de amuletos, ídolos, talismanes, fetiches, exvotos, curiosidades y vainas raras de mitos y leyendas, monstruos y apariciones».

En esta instalación encontramos múltiples referencias al cine y la televisión: los clásicos del horror El Exorcista (1973) y The Shining (1980), convertidas en libros infantiles para colorear; imágenes de fantasmas que podrían representar a las ánimas o simplemente a personajes infantiles como Gasparín; ataúdes, calaveras, cuchillos, tabacos y fetiches que parecen utilería de acción de una película de horror; máscaras talladas de maderas gastadas como si hubiesen sido encontradas por Indiana Jones en las ruinas de una antigua civilización; pequeñas representaciones de templos, plazas y espacios rituales, así como fragmentos de paisajes montañosos que evocan atmósferas brumosas, que nos hacen pensar en escenas de monstruos y vampiros.

 

En el Diccionario de Símbolos, Cirlot cita a Hebbel: «El deber más importante de mi vida es, para mí, el de simbolizar mi interioridad». Esta frase representa particularmente a Qintana, quien construye reiterada y catárticamente, fragmentos de un universo propio, personajes e historias que pertenecen a su imaginario. Dentro de las variadas referencias, son cercanas las exploraciones introspectivas de Tim Burton, el cuestionamiento del individuo que se siente ajeno o diferente, sentimiento que se exalta durante la adolescencia pero que nos acecha durante toda la vida. A manera de autorretrato, Qintana se asocia con la imagen del hombre lobo, de una sensibilidad intensa, y con una sombra que aflora incontrolablemente con la luna llena.

Verónica Liprandi y Patricia Morales