Casa de la HaciendaExposición

septiembre, 2013

Casa de Hacienda

Los paisajes del color

A través de los paisajes

El paisaje constituye, para aquellos que habitamos estás tierras de naturaleza imponente y exuberante, llenas de color y luz, de calor y variedad, un referente fundamental tanto de nuestros recorridos vivenciales como de nuestras elaboraciones simbólicas. En este sentido, el paisaje ha ocupado un lugar privilegiado en nuestra tradición plástica dando acogida y cobijo a una multiplicidad de modos de expresión divergentes –a viajeros y nativos, a idealizaciones y emotividades-, y apareciendo recurrentemente como el cimiento, a veces silencioso, de la mayor parte de las producciones artísticas que nos ocupan, aun aquellas cuya apariencia es abstracta y geométrica.

Entre la variedad posible de paisajes que se pueden elaborar, hay algunos que son también retratos, es decir, que hacen presente, junto con el lugar que representan, la memoria y las experiencias de aquel que los elabora. Tal es el caso de los paisajes pintados por Emilio Fernández Zingg, en los que se muestra, por una parte, su mirada cuidadosa capaz de reconocer –y recuperar- en el espacio envolvente sus lugares más armónicos y notables, aquellos en los que la naturaleza se expone trascendiendo su dimensión física y se filtra de sensaciones, y por la otra una fuerza compositiva y cromática –una concreción formal y subjetiva- que ordena esos lugares y jerarquiza en ellos los diversos elementos que cifran –y construyen- su belleza, su unicidad. Gracias a ello, estos paisajes –variados en los territorios de los que se apropian- aparecen más como discursos cromáticos que como representaciones, en los que los diversos colores despliegan su riqueza y modulaciones, el abanico inmenso de sus tonalidades y potencias de conjugación, de sus armonías y contrastes, convirtiendo sus presencias –cada pintura y el conjunto de ellas- en una suerte de “atlas” –de archivo- de estrategias cromáticas. Un color que se impone en el lienzo, que lo determina, y para el que el “paisaje” es la excusa para manifestar una comprensión coloreada y feliz del territorio, del mundo y de sus experiencias.

A partir de esas presencias, su hija, Magdalena Fernández –desde el registro fotográfico- anota, apunta, en cada obra momentos particulares de esa estrategia cromática –estableciendo una suerte de acercamiento abstracto-, gracias a lo que produce para ellos –y con ellos- una narración –sensible- de su inscripción tanto en la tradición plástica como en el espacio de la contemporaneidad. Las pinturas de Emilio Fernández Zingg se extienden temporal y espacialmente, se hacen entonces situaciones en un ejercicio de comunión y comunicabilidad, se convierten en lugares de exploración. Hay una “familiaridad” que trasciende lo cotidiano y se constituye en vínculo y conexión plástica, que se hace expresión –y experiencia-, que se instala como esa representación en la que comulgan Padre e hija, cuando encuentran en la naturaleza –en sus formas sorprendentes, en el modo como se hace presente- un decir que les permite permear de sensualidad sus imágenes. En efecto, para ambos la naturaleza es espacio de cobijo, es acogida, es el sustrato que les permite darse a otros y ser para otros.

Por ello, esta muestra es encuentro y vínculo: de tiempos y modos de expresión, de distintas fórmulas artísticas, de ideas, subjetividades y emotividades, de miradas individuales; y por ello, también, es un momento de deriva: en el que la pintura se da como textualidad y anotación, y los apuntes cromáticos –los fragmentos registrados- se incorporan al espacio determinante del lienzo que les dio lugar. Una muestra en la que, amorosamente, se quiebran las fronteras disciplinarias –entre pintura y fotografía- en un discurso de alusiones –de llamadas- que se convierte, a su vez, en paisaje y territorio de comunicabilidad.

 

Sandra Pinardi

Julio 2013