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febrero, 2024

Casa de Hacienda

Octavio Russo: (In)visibilis

“Las raíces son las ramas de la tierra,
las ramas son las raíces del aire”
1. Tagore

Octavio Russo es un nómada que circula a través de espacios aparentemente cerrados. Es un hombre de su jardín y su taller, de su estudio lleno de objetos, libros, herramientas y laberintos. Es un lector huraño de textos poéticos y filosóficos. Un alma negada a aceptar que la vida en sí puede ser aquella disonancia latente más allá del portón de su casa. Sin embargo, el aparente encierro donde vive es en realidad un universo en expansión. Situado en él recorre distancias inimaginables. De manera enigmática, cruza cualquier umbral hacia galaxias expresivas y conceptuales ilimitadas. Lo hace mientras trabaja en soledad sobre materiales concretos y energías no evidentes. Sus desplazamientos en el arte no son lineales ni responden a los hábitos del mundo. Lo urbano no es su destino,  el maestro tiene otros “espacios exteriores”, distintos a los del ciudadano común. En ellos experimenta con la vida visible e invisible, recorre mundos visitados solo por poetas y científicos, establece alianzas con procesos creativos interminables y estudia la esencia indivisible de la naturaleza.

En la obra de este hombre, nacido en Punta de Mata, encontramos una sabiduría tan antigua como el Génesis y tan contemporánea como la mecánica cuántica. Para él la naturaleza es una unidad diversa sin escalas o jerarquías: los procesos que definen la vida están en la materia sensible, en el espíritu de las cosas y en las partículas subatómicas por igual. No reconoce dualismos sino continuidades, conexiones y alianzas. Encuentra en la totalidad de la existencia sympatheia —interdependencia mutua de todas las cosas, por disímiles que puedan parecer— y movimiento: como el devenir perpetuo propuesto por Heráclito.

Pintura, xilografía, serigrafía, dibujo, objetos intervenidos, apuntes y fotografía aquí son huellas de experiencias diversas que no pueden ser desvinculadas. Se integran gracias a los trazos expresivos, ideas sopesadas y memorias persistentes que comparten entre ellas. Desde su unidad diversa conectan con nuestras propias contradicciones. El asunto de esta obra no es solo plástico sino vital. No hay arte aquí sin la presencia de la vida orgánica y espiritual: enmarañada en todos sus misterios y dimensiones.

Quizá pudiese llamar a esto “plasticidad vital”. Arriesgándome a adosarle una etiqueta engañosa, fútil. Pero adecuada para sugerir que cualquier sistema integrado ahí es propenso a transformar su estructura y funcionamiento en el tiempo. El arte, entendido de esta forma, puede ser visible e invisible al mismo tiempo. Es el alma de la existencia y el movimiento de la materia. Quien lo activa, el maestro, es una sensibilidad manifiesta incapaz de esperar un resultado distinto al proceso en sí.

Para Russo, la contradicción entre la apariencia —experiencia que creemos— y lo oculto —experiencia que desconocemos— está más allá de su propio mundo expresivo: es el misterio de la totalidad del cosmos. Algo similar a lo expuesto por el astrónomo Heinrich W. Olbers en su famosa paradoja:  ¿por qué el universo es oscuro, si es estático e infinito y está completamente saturado de estrellas? Curiosamente fue un escritor — Edgar Allan Poe— quien respondió: “No hay falacia astronómica más insostenible, y ninguna ha sido apoyada con más pertinencia, que la de la absoluta ilimitación del universo astral”. El espacio no es infinito, está en expansión. Las estrellas no han existido desde siempre y la luz tarda en llegar hasta nosotros. Entonces, el lienzo tampoco es infinito, se expande con lo expresivo visible y con las energías espirituales, conceptuales y emocionales activas en él. Por eso el artista lo deja ver, como ocurre con la oscuridad del cosmos. Igual el papel, la tabla de madera o el espacio dibujado por las cuerdas que flotan en el aire en una de las salas.

Esta muestra es un testimonio y un desplazamiento. Nos expone lo acontecido a través de años de pensamiento, investigación y trabajo. Y, a la vez, nos deja inestables al límite de algo en devenir. Es la esencia misma del artista, la cual declara honestamente en sus apuntes: “Vivo en el límite, el filo, la duración…”.

Humberto Valdivieso

Curador