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María Fernada Di Giacobbe: Con olor a cacao

junio 17, 2018 Por Raymar Velásquez | El Universal

María Fernanda Di Giacobbe es fiel creyente de que el cacao es el que nos llevará al país que queremos ser.

“Soy cacao amazónico, de descendencia africana, con olor y sabor a Caribe”. Eso me contestó María Fernanda Di Giacobbe cuando le dije que se definiera mientras conversábamos en un banquito bajo la sombra de un árbol, en la Hacienda La Trinidad. Porque lo de su amor al cacao y su cruzada por enarbolarlo como el nuevo oro venezolano no es cuento.

Desde que llego a Cacao de Origen me doy cuenta que aquí el producto más que con veneración se trata con respeto, se procesa con amor y se exhibe con gracia. Mientras espero a la chocolatera subo al laboratorio de esta tienda, porque necesito comprender el proceso de lo que aquí se realiza. Este es un centro de investigación y en ese cuarto lleno de máquinas y personas aprendiendo se fabrica chocolate desde la semilla. Esta llega desde los diferentes estados de Venezuela donde se siembra cacao, la traen los productores, llegan orgullosos con sus sacos. Aquí se selecciona, se limpia, se procesa y termina convirtiéndose en esa mezcla oscura pero brillante, que cruje al entrar en contacto con la boca.

Bajo nuevamente a la tienda, donde se venden los derivados del cacao en diferentes presentaciones, vienen de todas partes, los empaques tienen diferentes colores, lo importante me dirá más adelante María Fernanda, es vender a Venezuela como marca. Entonces abre ella la puerta, sonriente, saludando a todos, irradiando luz, una que asegura le ha dado este trabajo que no considera como tal, más bien una forma de vida.

Di Giacobbe me cuenta que el cacao lo lleva consigo desde su infancia, desde sus días de playa en Barlovento cuando junto a sus hermanos lo comían, jugaban con él; lo conoce transformado desde que su madre comenzó a hacer tortas para la venta, desde que una de ellas se hizo famosa, Maruja, la llamaron en su honor.

El camino la llevó a abrirse paso entre la gastronomía, de las letras que era su profesión, a los fogones. A fuerza de trabajo conquistó diez espacios, diez restaurantes que eran su orgullo, que vinieron con esfuerzo y se desvanecieron casi de un plomazo en la época del paro petrolero. La Paninoteka, el más famoso de ellos, donde se comía como en casa, sin pretensiones pero con sabor. Ese también quebró, la calle donde estaba, cerca del edificio de Pdvsa en La Campiña, la cerraron. Solo quedó Soma, y la pregunta sobre la chef de que haría para afrontar la quiebra. Me explica entonces que como todo en la vida, las cosas se presentan frente a los ojos del ser humano que debe saber cómo interpretarlas. En medio de esa vorágine fue invitada a dar unas conferencias en Barcelona, y en su recorrido por la ciudad una fotografía de la iglesia de Chuao en un bombonería se convirtió en su premonición, sobre ella una leyenda decía “El Mejor cacao del Mundo”. Regresó a Caracas con la idea de hacer chocolate pero para eso se preparó en Bélgica, fue a Japón, comenzó a recorrer los campos de su tierra, y descubrió en esos viajes por el mundo y ese viaje por su interior que el cacao y su descendiente, el chocolate, había que relacionarlo con el entorno, con esas mujeres que veía en Cata que sembraban y hacían bolitas, con los árboles frutales que rodeaban las cosechas, con ese país que soñaba a través de un alimento.

Nació entonces Kakao Bombones venezolanos y es como ella lo llama “una granjería cubierta de chocolate”. Allí se metieron los limones de San Felipe, el cocuy de Siquisique, el ají de Margarita. El cacao estaba pasando por un largo letargo y de esta forma empieza de nuevo a florecer. Me dice María Fernanda que esto la llevó a conocer gente, llegó a su vida Ifigenia Laya, se encontró con Juana de Dios, se sorprendió con la labor de Amanda García, y por eso se dio cuenta que el este fruto era femenino, que si había hombres trabajándolo, pero que mayormente tenía aroma de mujer.

La misión de Di Giacobbe ha sido desde ese momento transportar a sus comensales a un paisaje, a una región de la tierra que tanto ama. Ha sido también decirle a la gente “somos ricos, tenemos cacao”. Su cruzada ha consistido en orientar a los productores, decirles que pueden crear un trabajo sustentable. Su labor ha sido premiada, esa “iniciativa trasformadora” fue galardonada con el Basque Culinary Word Prize, su sencillez ante tan alto honor no le permite ufanarse, su pensamiento va dirigido a cómo puede ayudar otros a través de lo que ha logrado. María Fernanda me dice entonces, bajo la sombra de ese árbol en el que estamos sentados que ella cree firmemente en el cacao como elemento que nos lleve al país que queremos ser, yo le creo, sus ojos no mienten, su trabajo lo demuestra, quien venga a Cacao de Origen sabe que aquí se respira una nación nueva, quien converse con ella se convence de que no todo está perdido.

@menucallejero

Fuente: www.eluniversal.com