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El mar también puede salvarnos

mayo 24, 2021

Las migraciones forzadas y sus frecuentes consecuencias fatales son el tema de una serie de 8 dramáticos videos del venezolano Antonio Briceño.

De las muchas posibilidades que habilita la relación entre arte y política, la más virtuosa es la que se aleja de la literalidad y permite la aparición del componente colectivo como resultado del cruce entre lo visual y lo conceptual. Es allí donde aparecen las manifestaciones más ricas, menos obvias y más conmovedoras.

La muestra virtual del artista venezolano Antonio Briceño en el sitio web del Pabellón de las Bellas Artes de la UCA es una demostración de este maridaje virtuoso y, al mismo tiempo, una confirmación sobre las posibilidades de los entornos virtuales para mostrar arte contemporáneo.

El espacio de la UCA, bajo la dirección de Cecilia Cavanagh, se ha mantenido en esta modalidad desde el inicio de la pandemia sin perder calidad y presentando exposiciones de jerarquía.

El cruce, de Briceño, aborda una temática de alta carga política y alcance global. La cuestión de las migraciones forzadas hace tiempo se ha instalado como problema geopolítico relevante y mueve recursos de todo tipo, al mismo tiempo que se presenta como un muestrario cruel de la naturaleza humana. Las grandes masas en movimiento involuntario, en busca de un futuro mejor, o al menos de un futuro, se dan en todos los continentes y tienen al mar como un escenario habitual. Todos los días, lo advierte el mismo artista, cientos de personas se aventuran a las aguas sin ninguna certeza, escapando de situaciones límites e inhumanas.

Este es el guión dramático de la exposición y el artista lo resuelve mezclando imágenes con textos. Sus antecedentes artísticos están allí. Antes que nada, Briceño es un gran fotógrafo y las piezas de video que presenta en El cruce, lo revelan con mucha claridad. Así como antes usó la figura humana para graficar la diversidad cultural de los aborígenes americanos o la flora de la región para reinscribir a los arcanos del tarot, en esta ocasión, la cercanía de su historia creativa con la naturaleza se evidencia tomando el agua y el mar como vehículo narrativo, visual y político.

Lo que se presenta en la web del Pabellón de las Artes es una serie de ocho piezas de video, un total de nueve minutos, en los que la visualidad solo es comprendida si se completa con el texto. Que la obra sea, efectivamente, una combinación de estos soportes, no implica una disminución en la potencialidad estética de las piezas de video. Todo lo contrario, cada una de ellas tiene una cantidad de texturas, una lógica de compaginación y edición, y un tratamiento del efecto final que los convierte en hechos artísticos por sí mismos. Más allá de eso, los textos ayudan al visitante a entender la intención de Briceño y a mirar los videos con ojos distintos, informados y alertas.

Briceño vive en Barcelona, pero la pandemia lo tomó en Venezuela. No hay mucho que abundar sobre el drama de migración que ha sufrido el país por razones políticas, hasta convertirse en el fenómeno demográfico más importante de estos tiempos. El Mediterráneo y la Boca de Dragón del mar Caribe unifican el hilo dramático de la propuesta, mostrándose en su perversa doble lectura, solaz para algunos, sepultura para otros. También Asia y Africa comparten la triste presencia en el mapa del artista.

Las historias que sirven de sostén textual son tan cortas como demoledoras. Chiquitos muertos, mujeres ahogadas, hombres que no llegan a destino. Biografías cruzadas por la crueldad que, pese a todo y a pura pulsión de vida, intentan algo que es, a primera vista, imposible.

Briceño logra una obra fantástica, llena de matices en la que la segunda voz de la humanidad aparece como un fantasma. En los videos se escuchan voces de personas, en segundo plano, inentendibles pero presentes. Un ruido humano sin forma, perceptible, pero sin definición. El cruce tiene aires de familia con No cruzarás el puente antes de llegar al río, el film de Francis Alÿs. El tema es el mismo y el uso del agua como recurso estético es similar, pero los videos del venezolano llegan más lejos, alcanzando incluso una intensidad mayor.

La presencia de El cruce en Buenos Aires, aunque sea de forma virtual, se la debemos al buen criterio del curador chileno Ernesto Muñoz, conocedor desde hace tiempo de la obra de Antonio Briceño, que vio la necesidad de hacer llegar este fragmento de su obra a los ojos del cono sur.

Gabriel Palumbo